El hombre kirchnerista (Washington Cucurto)
El niño, el adolescente, el joven profesional,
el hombre-simple, puede terminar ahorcado
en una pieza durante una junta de las Américas.
Ese es el drama del hombre kirchnerista,
oh, muchacho de mi tiempo,
¿inconformismo? ¿soledad? ¿desolación?
¿Inseguridad ante los veteranos que ejercen el poder?
El hombre kirchnerista sabe que puede morir en cualquier momento,
como todos los demás hombres
y nadie le agradecerá nada
es consciente, sabe, que puede ser traicionado
por sus compañeros de agrupación
que lo despiden con un “hasta la victoria, compañero”.
El enemigo número 1 del hombre kirchnerista
no es el capital ni Clarín,
es la hipocresía.
En este punto no hay discusión.
Sin embargo… como dice Aníbal Fernández
(“es tan importante decir sin embargo”),
el hombre kirchnerista se la juega,
vive como puede y es el primero en aplicar
la “sinembargología”.
El hombre kirchnerista vive ninguneado,
desoído su entusiasmo por los viejos carcamanes
que acabarán con esa idea preciosa
del hombre kirchnerista.
El hombre kirchnerista vive como puede y dice “sin embargo”…
El hombre kirchnerista, muchacho de mi tiempo,
vive hacinado en una pieza cercana a la Plaza Miserere,
sin laburo y soportando una “ayuda social”.
Toma mate como Macedonio en una cucheta de Once.
Sabe que la realidad lo tiene atado de pies y manos.
El hombre kirchnerista siempre es joven,
su juventud es su gran característica.
Pensó que iba a cambiar al poder
pero el poder está en manos del ser antikirchnerista.
¡oh, qué paradoja, qué chotada!
Viejos, soberbios, escuálidos, consumidores de Viagra,
millonarios, conservas, son todas cualidades
del hombre antikirchnerista.
El hombre kirchnerista es un hombre imaginario,
sin embargo vive en todos nosotros,
bien adentro, hace años que pugna por salir.
El hombre kirchnerista es un animal comprensivo,
lucha cada día contra la realidad concreta.
“Los sueños mezclados con las convicciones
son lo más importante”.
Sueños y convicciones y ganar de garchar
le sobran al hombre kirchnerista.
El hombre kirchnerista, muchacho de mi tiempo,
tiene novia, le gusta ir al cine, odia la economía,
tiene sueños para tirar a la marchanta.
Vive tardes y noches imaginarias
su imaginación, su capacidad de soñar,
lo volverá un hombre con mil posibilidades.
Muchos sinembargos tendrá el hombre que sueña.
Oh, muchacho de mi tiempo, estoy viejo
pero jamás seré un carcamán.
El hombre kirchnerista al igual que todos
busca una mujer de carne y hueso.
¡Qué mujer la Mili Bermudez, la Flor Monfort, la Julieta Mortati!
El hombre kirchnerista está ahí como un tigre,
dispuesto a dar el gran salto en cualquier momento,
sueña y se alimenta el espíritu
vende golosinas en un kiosco,
sólo milita contra el goliardo de la vida diaria.
Más de una vez por día piensa en Néstor,
sueña con una Mili Bermúdez y es capaz de leer a Quique Fogwill.
Sabe, y yo también lo sé,
que no irá en coche al muere,
cuando todo acabe, plantará violetas.
Cubrirá todo con violetas.
1 comentario:
che, este hombre kirchnerista escribe cada vez peor, qué onda?
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