el 4 de octubre en Madrid

el 4 de octubre en Madrid
La máquina de proyectar sueños

viernes, 12 de septiembre de 2008

INVITACIÓN-SÁBADO 13- 7 PM

sábado 13 a las 19hs. experiencia. en Canasta.
claudio caldini

sergio subero

alan courtis


andrés di tella

En Canasta. Delgado 1235
Algo Experimental.

jueves, 11 de septiembre de 2008

crónica de un domingo en Chacarita


por Diego Erlan
para Ñ
Los libros marcados (the uncensured papers)
 Se escucha un partido de fútbol por la radio.
- Está perdiendo Boca – dice un hombre.
- Sí, la concha de la lora…
Es maravilloso escuchar esta poética de domingo sin ver los rostros y, a la vez, leer en un cartel amarillo esta frase: “Habla un discípulo de Kafka, un tardío discípulo de Kafka, pero que sigue sintiéndolo y agradeciendo lo mucho que él le ha dado y lo poco que él ha podido hacer con ese espléndido regalo de su obra”. Y firma Jorge Luis Borges. Son las cuatro y media de la tarde y la feria del Parque Los Andes, del otro lado de la calle Guzmán, está llena de gente, de puestos, de chicos, de sol que ingresa por las ventanas de esta Biblioteca Baldomero Fernández Moreno, en Chacarita. Las sillas están vacías. Hay una mesa y un micrófono y una computadora apagada en un rincón. Según dice el cartel es “el día del lector” y para celebrarlo le preguntaron a la escritora Cecilia Szperling (una creativa generadora de ciclos culturales: “Confesionario” tiene su copyright) qué se podía hacer y ella dijo que se podría hablar de libros. Y de los subrayados que los escritores hacen de sus libros. Y de las marcas. Y de las anotaciones. Así que acá estamos, en el ciclo “Libro Marcado”, con la frase de Osvaldo Lamborghini en la cabeza (“No leía jamás, pero sus subrayados eran perfectos”). “Fue una idea en dos minutos”, cuenta Szperling y al ver las caras de María Moreno y Daniel Link, los primeros invitados, tiene la impresión de haberlos metido “en un lío mucho más grave de lo que parece”. Ellos tienen varios libros en las mochilas. Sentados al fondo del salón, mientras el público ingresa, Moreno y Link se quejaron de un taxista con Mal de Parkinson, de la resaca producto de la noche anterior y ya resolvieron hacer un juego para el final (intercambiarse los libros y leer los subrayados del otro).

¿Qué piensa uno mientras lee?, se pregunta Szperling al micrófono. ¿Será posible recuperar esa situación? Dice: “Los subrayados y las anotaciones son como pistas de un asesinato: marcas que llevan a pensar sobre ese momento mientras se leía”. Y de ninguna manera, aclara, la recuperación será realista. María Moreno está de acuerdo y dice que “uno hace una ficción de este subrayado”. Pero ella tuvo serios inconvenientes. “Dificultades obvias como las bibliotecas perdidas en divorcios”, se ríe. Reconoce ser una “subrayadora tardía y considera al subrayado como algo propio del intelectual (“subrayado con regla y todo eso”, dice). Luego desarrolla una tipología. Dice que está el “subrayado pijotero”, con lápiz y en el que existe “un respecto excesivo al libro y un extraño espíritu de conservación”. También el “subrayado parásito”, que es el del escritor. “En ese abundan los subrayados, las notas, las frases y los papeles sueltos en el medio que en definitiva tapan el texto”. Después saca el libro Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria, de Jean Améry. “Hubo una época en que acariciaba el suicidio”, dice y encuentra que en una de las anotaciones tiene casi una pelea con su psicoanalista. “No se da cuenta de que soy una mujer que sólo se suicidaría para que él fracase”, había escrito. En otro libro encuentra una lista de títulos de libros que jamás escribió y, al final, otra lista: la del supermercado.

Link dice que es muy difícil reconstruir lo que uno marcó porque él, por ejemplo marca ! o ? al costado de una frase. Y a veces, reconoce, el signo es de admiración compartida o de sorpresa, de no saber de lo que se habla o de “mirá la pavada que dijo este tipo”. “Esas marcas irreconstruibles son la máquina binaria de lo que me gusta y no me gusta”. A los catorce años, cuando leyó Rayuela, marcaba con tres puntitos azules los capítulos que le gustaban mucho. “Y con tres puntitos rojos los que me gustaban mucho mucho mucho”, dice. Pero también hay marcas ausentes. “Yo no había marcado las frases del final de Lolita o unos versos de Rilke y sin embargo formaron parte de mi primera novela”, recuerda. “Son las frases que marcan al lector.” En definitiva, dice Link, uno es esa colección de marcas exteriores. “En el libro marcado se manifiesta la total exterioridad del ser.

martes, 9 de septiembre de 2008

LIBRO MARCADO

una vez una chica colombiana me regaló este libro
lo abrí y vi que adentro tenía una dedicatoria.
-pero es tuyo- le dije.
-no. la dedicatoria no es para mí y lo tienes que ir pasando.

recién lo empecé. cuando lo termine lo paso.