el 4 de octubre en Madrid

el 4 de octubre en Madrid
La máquina de proyectar sueños

jueves, 29 de diciembre de 2011

El hombre kirchnerista de Washington Cucurto


El hombre kirchnerista (Washington Cucurto)


El niño, el adolescente, el joven profesional,
el hombre-simple, puede terminar ahorcado
en una pieza durante una junta de las Américas.

Ese es el drama del hombre kirchnerista,
oh, muchacho de mi tiempo,
¿inconformismo? ¿soledad? ¿desolación?
¿Inseguridad ante los veteranos que ejercen el poder?

El hombre kirchnerista sabe que puede morir en cualquier momento,
como todos los demás hombres
y nadie le agradecerá nada
es consciente, sabe, que puede ser traicionado
por sus compañeros de agrupación
que lo despiden con un “hasta la victoria, compañero”.

El enemigo número 1 del hombre kirchnerista
no es el capital ni Clarín,
es la hipocresía.
En este punto no hay discusión.

Sin embargo… como dice Aníbal Fernández
(“es tan importante decir sin embargo”),
el hombre kirchnerista se la juega,
vive como puede y es el primero en aplicar
la “sinembargología”.

El hombre kirchnerista vive ninguneado,
desoído su entusiasmo por los viejos carcamanes
que acabarán con esa idea preciosa
del hombre kirchnerista.

El hombre kirchnerista vive como puede y dice “sin embargo”…

El hombre kirchnerista, muchacho de mi tiempo,
vive hacinado en una pieza cercana a la Plaza Miserere,
sin laburo y soportando una “ayuda social”.
Toma mate como Macedonio en una cucheta de Once.
Sabe que la realidad lo tiene atado de pies y manos.

El hombre kirchnerista siempre es joven,
su juventud es su gran característica.
Pensó que iba a cambiar al poder
pero el poder está en manos del ser antikirchnerista.

¡oh, qué paradoja, qué chotada!

Viejos, soberbios, escuálidos, consumidores de Viagra,
millonarios, conservas, son todas cualidades
del hombre antikirchnerista.

El hombre kirchnerista es un hombre imaginario,
sin embargo vive en todos nosotros,
bien adentro, hace años que pugna por salir.

El hombre kirchnerista es un animal comprensivo,
lucha cada día contra la realidad concreta.
“Los sueños mezclados con las convicciones
son lo más importante”.

Sueños y convicciones y ganar de garchar
le sobran al hombre kirchnerista.

El hombre kirchnerista, muchacho de mi tiempo,
tiene novia, le gusta ir al cine, odia la economía,
tiene sueños para tirar a la marchanta.

Vive tardes y noches imaginarias
su imaginación, su capacidad de soñar,
lo volverá un hombre con mil posibilidades.
Muchos sinembargos tendrá el hombre que sueña.

Oh, muchacho de mi tiempo, estoy viejo
pero jamás seré un carcamán.

El hombre kirchnerista al igual que todos
busca una mujer de carne y hueso.
¡Qué mujer la Mili Bermudez, la Flor Monfort, la Julieta Mortati!

El hombre kirchnerista está ahí como un tigre,
dispuesto a dar el gran salto en cualquier momento,
sueña y se alimenta el espíritu
vende golosinas en un kiosco,
sólo milita contra el goliardo de la vida diaria.
Más de una vez por día piensa en Néstor,
sueña con una Mili Bermúdez y es capaz de leer a Quique Fogwill.
Sabe, y yo también lo sé,
que no irá en coche al muere,
cuando todo acabe, plantará violetas.
Cubrirá todo con violetas.

Susperstición--Spinetta x Casas



SPINETTA
Fabián Casas
15 hours ago
Tomá Luis, mañana es navidad: y para que lo puedas disfrutar con tu familia mandamos en la tapa de nuestro diario amarillo, popular, llamado Muy, la noticia de que estás enfermo de cáncer. La gente quiere saber todo y por eso también te ponemos de guardia un fotógrafo en la puerta de tu casa hasta que salgas y podamos tener tu foto para la revista Caras. En las peluquerías, en las oficinas y en los consultorios, muchas personas, mientras esperan y medran, se enteran de que una persona está enferma. Sin duda nuestra sociedad está desquiciada y en algún momento vamos a tener que volver a la vida privada. Por ahora, a toda máquina, lo que subsiste es el experimento de gente encerrada, filmada las 24 horas para poder tener cierto espesor, cierta ontología. Pero no hay música, no hay lenguaje, no hay nadie en la casa del ser.
Hace unos meses un productor de un noticiero me llamó para preguntarme si yo sabía que Spinetta estaba enfermo. Le dije que no entendía cuál era la necesidad de dar esa noticia. Se quedó callado y después me dijo que no iba a decir nada, que me quedara tranquilo. Y así lo hizo. La gente está enferma, la gente está sana, la gente resucita, se convierte en ondas de radio, muta en energía como en un proceso alquímico, etc. Existe toda una estética de la desaparición. Pero se me ocurren muchas cosas más importantes para escribir sobre Spinetta que la verificación de estos ciclos. Por ejemplo, Juan Zuanich, un querido amigo compañero del diario Olé. Estamos una tarde, recién conocidos, sentados en un bar de la esquina del diario. Y él me pregunta si me gusta Spinetta. Le digo que sí, mucho. Me dice: con razón me caías tan bien. Zuanich, al igual que Adorno, tenía una teoría estética: las personas se dividían entre las que les gustaba El Flaco y las que no. Secretamente, yo practicaba lo mismo. Cuando conocí a Guadalupe, mi mujer, ella era muy joven y me llamó la atención que le gustara Spinetta. Eso la puso en un podio. Por supuesto que esta medida de tanteo es harto caprichosa (pienso en un montón de gente amiga a la que Spinetta no le gusta nada) pero para mí encierra una verdad. Kurt Vonnegut escribió que la música es la prueba de la existencia de Dios. Y escuchando a Spinetta, en mi pieza, desde muy chico, yo experimenté esa presencia real entre mi ego y la vida cotidiana. Spinetta, en sus letras, decía palabras que nadie usaba. Crecí escuchando su voz y admirando su cara, tan increíblemente parecida a su música.
Una amiga fotógrafa, Susi, tenía una foto de Luis en la entrada de su casa: me acuerdo que me quedé de piedra cuando la vi: Spinetta era el hombre más hermoso del mundo. Una belleza nada convencional, simplemente los genes siguiendo las órdenes para construir un instrumento musical. Aún hoy, leyendo el comunicado que se vio obligado a escribir para explicar su situación, cuando leo que dice “no panikeen” se me llenan los ojos de lagrimas. Eso para mí es la fuerza Spinetta. Poder usar una palabra de una jerga tan juvenil y sonar perfecto, sonar como si el lenguaje se viera obligado a tener que decir de otra manera, superando sus limitaciones que tanto estudió Ferdinand de Saussure. “Antes del tiempo era todo azul, leve de suspensión”, escribió Spinetta en una canción extraordinaria de invisible. En eso estamos Luis.

fui pickpocketeada por primera vez

un tipo flaco alto vestido de negro me afanó el celu en mis propias narices con elegancia de punguista entrenado- Lo vi en cámara lenta subirse a una moto y perderse en la noche porteña, sin poder reaccionar- la coreografía fue sorpresiva y muy desconcertante su absoluto silencio y delicadeza--   nos miramos a los ojos, yo no entendiendo y él partiendo-- que raro instante--
Mensajes vía FB, mail o TW hasta que recupere mi número--

domingo, 25 de diciembre de 2011

jueves, 15 de diciembre de 2011

Las Sobreadaptadas!!! mañana en Confesionario Radio

mañana Viernes 16, Las Sobreadaptadas en Confesionario Radio-- Jane Brodie y Wendy Gosselin dos expats que viven an Buenos aires ha más de 10 años, nos cuentan como funciona esta ciudad que entienden mucho más que nosotros--capítulo 2

También estarán Diego Lublinsky, Talía Guntern y Mariana Sandez hablando de la utobiografía en Foto, Libro y Serie de TV- Y la Playlist de rock brtánico by Hernán Santos-
22 a 24 hs x 87,9 fm radiouba
para escuchar online click


Fotos de Wendy Gosselin

culto  a Farmacity

la máquina SUBE mística colectivera


martes, 13 de diciembre de 2011

Gracias x Velcro y yo, es un libro genial de Martín Rejtman

que linda sorpresa para una tarde de Martes 13!!!

Luna, Arte, Alan Pauls, Bajo Belgrano--

Después de recibir mi diploma de asistente al genial curso de Alan Pauls--La presencia del artista---en la UTDT nos fuimos al bar trampa para todos y todas Jonathan-- El curso es tan bueno que esperemos derive en un libro, AP dio unas 20 clases magistrales en las que te contaba desde las obras de la artista Marina Abramovic hasta un resumen de La colonia penitenciaria de Kafka-
El bar Jonatahn es hermoso, lo recomiendo-- Fuimos profesor y alumnos-- otra vez espanté a alguien al comentar que el discurso de Cristina me habia hecho llorar, pero ya es un clásico discutir de política y es una de las partes más divertidas de las noches, en donde empieza a subir la temperatura de los participantes-
Seguimos en un Peruano, a la vuelta del Showcase,  donde nos esperaban los divinos Manuel y Mila después de vivir 2 años en Italia y uno en Alemania--- después de una charla con M&M terminás pensando en que todos los caminos conducen a Bologna--
Caminata de vuelta, estas noches de luna y vientito me traen lo que necesito-- no pido más--

domingo, 11 de diciembre de 2011

Luna- Parque-Memoria-Terra- Cristina

El viernes a la noche nos sorprendió la luna gigante y hermosa sobre el Río de la Plata a la altura de la Costanera- El viento soplaba fuerte y después de camirar sobre el pasto por unas especies de laberintos inconclusos, con finales abruptos, vimos sobre el río la silueta fantasmal y perdida de un hombre a la deriva- Estaba con mi amigo Diego Frenkel y quedamos totalmente impactados por el Parque de la Memoria, el río, la luna y el hombre ondulante entre el agua y el cielo- el grupito se completó con más amigos Vivi Tellas y Ricardo Holcer- Saludamos a Charly (vivi decía que se había hecho la permanente) estaba con su novia ángel, o angélica (eso parecía) vimos a Susú Pecoraro, morocha de nuevo y nos sentamos a escuchar las preguntas que Andy Kusnetzoff le hizo a Caetano- Muy emocionante, lúcido y simple su pensamiento que fue coronado por 3 canciones, con guitarrita y voz cantó Terra- (por más distante o errante navegante yo jamás te olvidaría)
el sábado Cristina habló de la foto de la chica desaparecida cuando tenía 22 en el laboratorio astronómico de la Universidad de La Plata y dijo que ese día un asteroide llevaría su apellido Estrella de Diego-
Por la noche seguían los festejos en toda la ciudad- Fui a festejar el cumple de Klaus en lo de su amigo Zorrito (una amistad de sit-com El Profesor y El Rockero) la luna brillaba y brillaba en la terraza- No hay como los baños de luna llena, sueños especiales tuve al dormirme, los mejores del año- como si ese espiral de imágenes me hubiera hecho una quiropraxia psíquica, me desperté en un mundo mejor!



viernes, 9 de diciembre de 2011

Las Sobreadaptadas -GRANDES EXITOS CONFESIONARIO RADIO 2011--

Las Expats Jane Brodie y Wendy Gosselin vinieron a Buenos Aires hace más 10 años y como buenas inmigrantes saben mucho más que nosotros sobre la ciudad-
Aquí en Junio en su capítulo estreno- 
Pronto un nuevo capítulo en Confesionario Radio



Padres e hijos de los Kafka a los Simpson



A partir de la célebre Carta que Franz Kafka le escribió a su padre, el autor comenta la relación padre-hijo, en las primeras décadas del siglo XX y en el siglo XXI: “El hijo no puede darse a conocer y el padre, cuanto más cree conocerlo, más lo desconoce. Pocos amantes permanecen tan cerca e inalcanzables uno para el otro”.
 Por Marcelo Percia *
Franz Kafka nació en Praga en 1883, en la atmósfera cultural de una minoría judía de lengua alemana; murió de tuberculosis en 1924. A los treinta y seis años le escribió una carta a su padre, de sesenta y siete. Los tiempos de Kafka eran los de Freud: los tiempos de los hijos que sufren por los ideales frustrados de sus padres. El padre europeo de la pequeña burguesía del siglo XIX es un señor feudal menoscabado, que sólo gobierna su pequeña familia y su mínimo negocio, mientras protege y espera satisfacciones de los suyos. Si al siervo no le pertenecen las tierras ni los frutos de su trabajo, al niño de la familia pequeñoburguesa no le pertenecen sus pasiones: está obligado a tributar su futuro. La crianza es una experiencia de endeudamiento. La herencia pequeñoburguesa es sutil transferencia de identificaciones. Una especie de feudalismo emocional. El padre pregunta desconcertado: “¿A quién saliste así?”. El hijo admite: “No soy lo que esperabas de mí”. El padre sufre como si le violaran una caja de seguridad. Extraña culpa la del desencanto. Walter Benjamin observó que “en las extrañas familias de Kafka, el padre vive del hijo y pesa sobre él como un enorme parásito”. La Carta al padre de Kafka relata esa sumisión histórica en tiempos del amor. El problema de la familia fue, desde sus comienzos, el poder del padre enquistado como deuda de amor. Pero nuestros tiempos ya no son los del amor al padre como deuda moral, sino como perplejidad compartida de un desencuentro civilizatorio.
Carta al padre está más cerca de Edipo que de Homero Simpson: si Edipo, como padre, es un joven heroico y protector que toma como esposa a una pobre reina viuda –que resulta luego ser su propia madre–, Simpson es un padre frágil adoptado por una mujer complaciente como si fuera su niño grande. La Carta de Kafka comienza así: “Querido Padre: Una vez me preguntaste por qué afirmaba yo que te temía. Como de costumbre, no supe qué contestarte, en parte precisamente por ese miedo que me infundes y en parte porque en el fundamento de ese miedo intervienen muchos detalles, demasiados para que pueda coordinarlos medianamente en una conversación”.
Si el padre de Kafka causa miedo, el padre de Bart, risa. Homero es la caricatura sin autoridad del padre temido. No representa al superyó freudiano, sino al yo pequeño del hombre norteamericano sometido al mundo del consumo. Un tipo fanático y mezquino que asume una crueldad con la misma racionalidad que una buena acción. Un empleado irresponsable en la planta nuclear de Springfield que se llena de televisión, cervezas, hamburguesas o cualquier cosa que ha de comer con voracidad. Suele dar estos consejos al hijo: “Nunca digas nada a menos que estés seguro de que todos los demás piensen lo mismo”. “Dale justo en las partes nobles. Ese movimiento ha sido marca de los Simpson por generaciones”. Marge, su esposa, le pregunta: “¿Estás cuidando a los niños?”. “Sí, por supuesto”, asegura, mirando la tele mientras los chicos se tiran por la ventana. Ya en La familia, Lacan pensaba en el debilitamiento y declinación social de la figura del padre.
Carta al padre puede leerse como reclamo a un hombre rudo, como queja por una vida familiar ingrata, como desahogo de un temeroso, como protesta de un escritor que desea liberarse de la culpa que siente por ser diferente al que debería ser. El destino de una carta es el de la palabra: no alcanza a suprimir la distancia. “Es sabido (o casi) que el padre de Kafka no leyó la carta”, escribe Carlos Correas (Kafka y su padre. Leviatán. Buenos Aires, 2004).
El malentendido (o el sobreentendido, que es el malentendido exitoso) es la figura de la proximidad amorosa. La palabra del hijo tartamudea, el miedo inmoviliza su lengua, no termina de decir lo que quiere decir, ni de explicar lo que le pasa ni de declarar los sentimientos plegados en sus dolores. El hijo no puede darse a conocer y el padre, cuanto más cree conocerlo, más lo desconoce. Pocos amantes permanecen tan cerca e inalcanzables uno para el otro.
Correas relata que Oscar Masotta le dio la Carta de Kafka a su propio padre, un empleado bancario, para hacerse comprender: “Claro, el entendimiento buscado (soñado) por Oscar era que su padre gozosamente lo mantuviera para que él gozosamente cumpliera su obra”. Masotta quiere que su padre entienda, leyendo la Carta, que debería liberarlo de la obligación de trabajar en algo que no sea leer y escribir. El amor es un entendimiento soñado, pero el padre y el hijo no tienen el mismo sueño. Masotta espera que su padre valore la obra que todavía no tiene. Asistimos a la escena del hijo escritor post-Kafka: demanda que el padre se sacrifique por él como prueba de que su obra es posible. El sacrificio del padre por la obra del hijo es uno de los mitos fundadores de la clase media intelectual argentina.
Después de Kafka, los hijos del siglo XX, cada tanto, asumen una posición mesiánica: vienen a componer un mal, a limpiar una culpa, a liberar una potencia, a realizar una obra que mejore el mundo. Asumen la misión de salvar a los padres de la vida que tienen. (En 1903, M’hijo el dotor, de Florencio Sánchez, es una figura rioplatense del mesianismo familiar de las primeras décadas del siglo XX.) Otras veces, la obra del hijo impugna el mundo del padre, que es la historia social habitada por esa pequeña biografía que envejece. Tener un hijo, después de Kafka, es poner en cuestión la propia vida y ser padre es ofrecerse a ese cuestionamiento. Carta al padre suele leerse como protesta dolorida ante la autoridad paterna o como confesión de un hijo avergonzado por sus debilidades; el texto de Kafka atraviesa ambas posiciones sin encallar en esos lugares. Escriben Deleuze y Guattari (Kafka. Para una literatura menor, Editora Nacional, Madrid, 2002): “El problema con el padre no es cómo volverse libre en relación con él (problema edípico), sino cómo encontrar un camino donde él no lo encontró. La hipótesis de una inocencia común, de una angustia común del padre y del hijo es, por lo tanto, la peor de todas: el padre aparece en ella como un hombre que tuvo que renunciar a su propio deseo y a su propia fe (...) y que conmina al hijo a someterse sólo porque él mismo se sometió al orden dominante en una situación que aparentemente no tenía salida. (...) En suma, no es Edipo el que produce la neurosis, es la neurosis –es decir, el deseo ya sometido y que busca comunicar su propia sumisión– la que produce a Edipo”. Para Deleuze y Guattari, en Carta al padre no sólo se leen reclamos y acusaciones de un hijo que responsabiliza a su padre por el sentimiento de inseguridad en sí mismo que ha desarrollado, sino que se advierten tramas micropolíticas del deseo. El padre pretende algo peor que someter al hijo: propagar su propia sumisión.
Un hijo podría defenderse y hasta rebelarse ante un padre injusto y dominante, pero ¿qué hacer ante un padre que difunde tiernamente su propia derrota?, ¿cómo responde el hijo obligado al conformismo como prueba de gratitud?, ¿cómo se rehúsa al servilismo, sin traicionar ese amor? Ese rechazo pone a la vista la miserabilidad del padre, como si le dijera “no quiero tu vida”. El hijo no puede evitar ser cruel con quien tanto lo ama. El hijo suele decir al padre: “No quiero ser como vos”; como si temiera o rechazara la posibilidad de una identificación. Tal vez se trata de enunciar otra proposición: “No quiero el mundo que te hizo vivir así”.
La idea de encontrar una salida en donde el otro no la encontró plantea una tristeza de comienzo: el hijo viene al mundo para denunciar el encierro del padre. Tener un hijo no es precisamente tenerlo (como se tiene un auto o un dolor de muelas); tener un hijo es tener un testigo: dar lugar a otra conciencia que denuncia la mentira del convicto que pinta su estrecha celda como paraíso del deseo. La fantasía paranoica de los padres, en la literatura (Layo o el rey Basilio de La vida es sueño) puede leerse como súplica disfrazada de que el hijo desee lo que el padre tiene.
Escribe Kafka en la Carta, a propósito de los efectos terribles de la ira del padre en su infancia, que el sentimiento de culpa del niño “ha sido reemplazado por nuestro mutuo desamparo”. El rechazo del mundo del padre, su sometimiento, no es triunfo sobre su vida ni gesto de superioridad. Tampoco es expresión de una rivalidad esencial, sino salida del dominio de lo instituido, a la vez que entrada en una intemperie compartida. Padre e hijo son dos edades de un mismo desamparo.
¿Por qué para el padre las preocupaciones del hijo son problemas menores comparados con los que él tuvo que enfrentar a su edad? Transcribe Kafka en la Carta estas expresiones de su padre: “Quisiera tener yo tus preocupaciones” o “No tengo una cabeza tan descansada”. Como si para el padre, los temores, inquietudes, angustias del hijo fueran bagatelas: cosas sin importancia. El problema se puede describir así: el padre necesita asegurarse, en la conciencia del hijo, del valor de su vida haciendo de su persona la medida de toda experiencia posible, pero uno de los efectos de esa supremacía comparativa es el sentimiento de nulidad de sí que inocula en el hijo. Escribe Kafka en la Carta: “Gracias a tu esfuerzo la situación había cambiado y ya no había oportunidad de sobresalir como lo habrías hecho tú (...) nuestra desventaja radica en que no podemos jactarnos de nuestras penurias, ni humillar a nadie con ellas”.
El mito del padre pequeñoburgués es el de un hombre de origen humilde que, tras padecer privaciones y soportar injusticias, se eleva con esfuerzo por sobre su condición inicial, para poder más que su propio padre y darle a su hijo lo que él no tuvo. La construcción familiar nacida con el capitalismo es conservadora: si el padre es la medida de la experiencia posible, la necesaria transformación del mundo social queda inmovilizada.

Una media sucia

El teatro familiar es un espacio de exageración emocional. Cosas mínimas adquieren el valor y la trascendencia de asuntos épicos: el terror nocturno del hijo, la enuresis de la niña, la negativa a tomar la sopa, el capricho de llevar una media sucia al jardín, el dolor de que el amiguito no quiera venir a jugar a su casa, la obstinación de ponerse el dedo en la boca o comerse las uñas o tocarse el pelo o juntar las piernas en forma indebida. La experiencia familiar es la de la desmesura pasional: la amenaza de un castigo, una sentencia verbal, la preferencia injusta de un hermano, la observación de una fealdad física; cada cosa puede causar un sufrimiento mayor y requerir de conductas heroicas para sobrellevarlo. El dramatismo familiar hace olvidar que la vida pasional es aventura de un flujo social inabarcable.
Escribe Kafka en la Carta: “Así uno se convertía en un niño hosco, distraído, desobediente, que buscaba siempre una huida, especialmente una huida interior”. Kafka relata la invención de la interioridad como territorio propicio para una huida. La interioridad es su escondite: se oculta para tener una vida. La literatura es su secreto.
El psicoanálisis es un consuelo posible para una civilización que no sabe qué hacer con la experiencia interior. Suele compararse el desahogo del analizante con la confesión religiosa del pecador; es cierto, quizás, en lo que respecta a la caricatura moral que aproxima al psicoanalista con el confesor; pero no es lo mismo en cuanto al lugar de la interioridad: una interioridad sin dios es una soledad que pide ser relatada a un semejante. La existencia de dios aportaba el Otro imprescindible del mundo interior; dado que es condición de la interioridad ser dialógica y reflexiva.
Así describe Kafka, en su Carta, el ideal burgués de un padre en los últimos tiempos del imperio: “Casarse, fundar una familia, aceptar los hijos que lleguen, sostenerlos en este mundo inseguro y hasta conducirlos un poco es, en mi opinión, el máximo a lo que puede aspirar un hombre” (el final de ese ideal familiar es una crueldad histórica: las tres hermanas de Kafka (Gabrielle, Valery y Ottla, su favorita) fueron asesinadas en Auschwitz. Franz ya había muerto en 1924, Herman, su padre, en 1931, y Julie, su madre, en 1934. Padres e hijo están enterrados juntos en el nuevo cementerio judío de Praga; los restos de las hermanas, quemados en un gran incinerador. Sin embargo, esa razonable aspiración se le niega. Agrega más adelante: “En tal caso, ¿por qué no me casé entonces? Había, como siempre, algunos obstáculos, pero la vida consiste justamente en superar tales obstáculos. El obstáculo básico, independiente por desgracia de los casos en sí, es que, con toda evidencia, soy espiritualmente incapaz de casarme. Esto es ostensible por el hecho de que a partir del momento en que me decido a casarme ya no puedo dormir, la cabeza me arde de día y de noche, mi vida ya no es mi vida y, desesperado, me tambaleo de uno a otro lado”.
Esa decisión lo lleva hasta el límite de perder su vida (“mi vida ya no es mi vida”). Parece atrapado en una paradoja de amor: quiere salvar a su padre pareciéndosele, pero salvándolo se pierde a sí mismo.
Continúa enseguida: “Sin duda, el casamiento es un garantía para la más extrema autoliberación e independencia. Yo tendría una familia, lo más alto que en mi opinión puede lograrse, por lo tanto lo más alto que tú también has logrado; yo sería tu igual, y todas tus afrentas y tiranías antiguas y siempre renovadas ya sólo serían historia. Esto ciertamente resultaría un cuento de hadas, algo fantástico, pero en ello precisamente reside ya lo problemático. Es demasiado, tanto no puede conseguirse. Es como si uno estuviera prisionero, y no sólo tuviera el propósito de fugarse, cosa que tal vez sería factible, sino, además, al mismo tiempo, el propósito de reconstruir la prisión convirtiéndola en un fastuoso castillo para sí. Si huye, no podrá reconstruir y si reconstruye, no podrá fugarse”.
Kafka parece dispuesto a sacrificarse para no abandonar el mundo del padre. Presenta como fracaso personal su incapacidad para el matrimonio y la vida familiar. No denuncia del todo el encierro que, sin embargo, describe. No ostenta su salida, no exhibe su plan, no enrostra su partida. Kafka es un escritor que contempla la posibilidad de quemar su obra. (“Sólo soy literatura y no puedo ni quiero ser otra cosa”, escribe en su Diario.)
La disyuntiva instalada en la cultura, en gran parte del siglo XX psicoanalítico, tuvo esta forma: matar al padre para ocupar su lugar o salvarlo pareciéndosele o servirse de él para desprenderse del encierro materno. Tal vez se trata de dejar morir el mundo que lo somete. La paradoja del amor entre padre e hijo es que alcanzan máxima cercanía en el momento de la despedida. El hijo debe partir cuando el padre no puede seguir. La escena se ha visto en películas: dos hombres huyen unidos, uno de ellos está herido, el más joven lo carga sobre sus espaldas, pero el mayor no puede seguir ni siquiera así; entonces, consciente de su límite, pide que lo deje, el joven no acepta, insiste en transportarlo, pero el otro lo convence de que no puede más y se queda en un refugio, tal vez con un arma para resistir a los perseguidores o para matarse. El joven sigue, avanza desgarrado, solo, se adelanta hacia no sabe dónde. Acepta que el otro no puede acompañarlo. No lo abandona, parte sin él: marcha desamparado. Se escucha un disparo o muchos. Enseguida, silencio.
* Fragmentos del trabajo “Kafka, partidas del sentido”, incluido en Kafka: preindividual, impersonal, biopolítico, de M. Percia y otros autores (ed. La Cebra).

jueves, 8 de diciembre de 2011

CeciSz en el blog de The Guardian


Badge Books Blog

World literature tour: Chile

Continuing our sojourn in South America, we're looking for writing that illuminates the Chilean experience. Where should we look?
Santiago
Seeking an overview … the Chilean capital Santiago. Photograph: Ivan Alvarado/Reuters
We return from our Argentine adventure with a stack of recommendations – from yago, hymning Leopoldo Marechal's mythical transformation of the Argentinian capital in Adán Buenosayres, to gregory pekerman, hailing Cecilia Szperling's Natural Selection as a "genuinely shocking" portrait of "wild young thrill-seekers – both men and women – as they wander through the subterranean nightlife of Buenos Aires".