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de Casas para Mal elemento, via Linkillo
Muchos se preguntaban por qué la gente fue a Ezeiza a aplaudir a la Selección en su regreso. Es que no todos saben que es una costumbre argentina aplaudir cuando hay un niño perdido en la playa. El plantel del Gordismo, que hasta hace poco se imaginaba en la final del Mundial, de golpe tomó la aerolínea Oceanic e irrumpió con los pies para adelante en un bonus track de Lost.
Estaba perdido Heinze, que ahora va a tener que practicar sus muecas tribales en el espejo del botiquín del baño, estaban perdidos los dos patovas de la UOM que aconsejaban a Maradona en cónclave como si el fútbol fuera un arte complejísimo, estaba perdida la Brujita Verón, que se tuvo que bancar más de un mes encerrado en una habitación con un niño dormido y encima se quedó afuera del partido con Alemania. Y estaba perdido Tévez, el jugador del pueblo, porque el pueblo es algo que, como el crimen, no paga. En realidad, en nuestro país mediático, el pueblo mutó en "la gente". Porque desde los festejos del Bicentenario en adelante, empezó a ganar cuerpo un concepto nuevo que se podría denominar como "la gente". Kirchner y los demás políticos de la oposición -que lo marcan en zona y lo suelen perder en los corners- parece que se mueven siguiendo lo que dice "la gente".
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