Hace algunas noches cené con un grupo de chicas con el que estamos armando una célula revolucionaria feminista. No conocía a casi ninguna. Entonces la de flequillo castaño claro y pelo largo y lacio, me dijo.
-Yo tomé clases con vos en el Rojas cuando llegué de Mar del Plata. hace como diez años.
-ay! no me acuerdo. Cómo te llamás?
-Fernanda Nicolini.
El nombre tampoco me trajo nada del pasado, pero sí que es una periodista de Crítica, de la sección cultural.
- Me da tanta fobia dar clases que trato de no registrar a los alumnos.
-Sí. una vez entraste con anteojos negros. Nos dijiste que tenías fobia y diste toda la clase con los anteojos puestos y sin mirarme.
-Qué loca que estaba!
Y ahí me acordé que otro día entre en la clase con mi carnet de la obra social en la mano, lo apoyé en la mesa y les dije a los alumnos: si me desmayo me llevan a la clínica Swiss acá cerca en Pueyrredón y Santa Fe.
-Ahora estoy tratando de retener un poco más los nombres. además porque me voy enterando de alumnos que hacen cosas geniales, que desconozco por completo. podrían ser interlocutores, amigos, tomarnos una cerveza...que se yo.
-Estabas con Crítica y Ficción, de Piglia. Lo leí por vos.
_ ¿Piglia? Ni si quiera me acuerdo que hablé de ese libro. No tengo programa, voy comentando lo que leo.
Para cerrar la noche nos sentamos en un bar con mesitas en la calle a tomar café o seguir con más Stellas. Pero el bar cerraba a la una, en 10 min y decidimos seguir y buscar otro. A la cuadra viene un chico corriendo. estaba en la mesa vecina y nos traía un atado de cigarrillos con un MP3 que alguna de nosotras había dejado olvidado.
Me acerqué a buscar los objetos olvidados. En el medio de la cuadra oscura del abasto, el tipo me da las cosas y me dice
_Cecilia! Yo fui tu alumno. Te acordás de mí?